lunes, 21 de febrero de 2011

NARRACIÓN DE ZENO II

Fue llevado ante la persona de nuestro príncipe y se le preguntó cuál era el nombre de la isla, qué gente la habitaba y quién era su gobernador. Contestó que se llamaba Icaria, y que todos sus reyes se llamaban Ícaro, en honor al primer rey, hijo de Dédalo rey de Escocia.
Dédalo había conquistado la isla y abandona a su hijo allí como rey, y les había dado las leyes que aún seguían vigentes. Más tarde cuando se decidía a proseguir su camino, se ahogó en el curso de una gran tempestad. En su honor aquel mar recibió el nombre de Mar de Icaria, y los reyes de la isla fueron llamados Ícaro.
Estaban satisfechos con el estado que Dios les había dado, y no tenían intención de modificar sus leyes ni admitir a ningún extranjero. Así pues le pidieron a nuestro príncipe que no intentase entrometerse en sus leyes, que les había legado aquel rey inolvidable, y cuya observancia había continuado hasta el presente; si lo intentaba, estaría buscándose su propia destrucción, pues todos ellos preferían morir, antes que faltar al cumplimiento de sus leyes. No obstante para que no creyésemos que rechazaran relacionarse con otros hombres finalmente se mostraron dispuestos a recibir a uno de los nuestros y a darle una posición honorable entre ellos, aunque sólo fuese por aprender nuestro idioma y obtener información sobre nuestras costumbres, del mismo modo que habían hecho con aquellos otros diez hombres de diez países diferentes que habían llegado a su isla.
Nuestro príncipe se limitó a preguntar dónde había un buen puerto y a hacer señas de que se disponía a partir. Costeando la isla, arribó con todos sus barcos con las velas desplegadas, a un puerto que encontró en la parte oriental. Los marineros desembarcaron para buscar leña y agua, haciéndolo con tanta rapidez como les fue posible por miedo a ser atacados por los isleños, y no sin razón, pues los habitantes de la isla hacían señales a sus vecinos con fuego y humo. Cuando estos hubieron acudido en su ayuda, ellos cogieron sus armas y todos corrieron hasta su orilla, donde se encontraban nuestros hombres, con arcos y flechas; varios resultaron heridos y muchos perdieron la vida. Aunque les hacíamos señas de paz, no servían de nada, pues su ira aumentaba por momentos, como si estuviesen luchando por su propia supervivencia.
CONTINUARÁ...

sábado, 5 de febrero de 2011

NARRACIÓN DE ZENO I

Los venecianos Antonio y Nicolo Zeno, cuando estaban realizando viajes, escribían con regularidad a su hermano Carlo que estaba en Venecia. Toda esa correspondencia se conoce como la narración de Zeno.
En una de esas cartas se cuenta que en 1371 cuatro barcos fueron arrastrados por el viento en alta mar y llegaron a unas tierras lejanas llamadas Estotilandia y Grogeo, que podrían ser Tierra del Labrador y Terranova.
Las gentes de esta expedición pasaron allí 20 años y finalmente uno de eso barcos fue recogido por pescadores europeos y regresó a Escocia.
Estos barcos pertenecían a Henry Sinclair, miembro de una importante familia en Escocia desde tiempos remotos y muy vinculados con la Orden del Temple y las Cruzadas.

Sus descendientes tuvieron siempre puestos muy relevantes, como Arthue Sinclair que fue uno de los primeros presidentes de los Estados Unidos de América, elector entre 1781 y 1788, antes de Gorge Washington, después fue gobernador del Territorio Noroeste de EEUU. Al regreso de los pescadores a Escocia, Henry Sinclair conoció la existencia del nuevo territorio y se reunió con Nicolo Zeno para organizar una expedición allí que finalmente zarpó con una flota de doce barcos.

Zeno lo relata así: “…El noble (Sinclair) está decidido a enviar una flota hacia aquellas tierras, y hay tantos que quieren formar parte de la expedición debido a la novedad y extrañeza del asunto que creo que contaremos con un gran apoyo sin apenas gasto alguno. Zarpé con un gran número de barcos, pero no era yo quien estaba al mando como esperaba, pues Sinclair fue en persona.
Durante los preparativos para nuestro viaje a Escotilandia nos sobrevino la mala suerte, pues tres días antes de la salida, murió el pescador que había de servirnos de guía. Sin embargo Zichmni (Sinclair) no renunció a su empresa, pero en lugar del pescador fallecido enroló a unos marineros que habían venido con él de la isla.
Habiendo zarpado en dirección oeste avistamos unas islas sometidas a Frislandia, y tras dejar atrás algunos bajíos arribamos a Ledovo, donde nos detuvimos siete días para descansar y proveer a los barcos de todo cuanto necesitaban. Partimos de allí y el primero de abril llegamos a la isla de Ilofe, y como llevábamos el viento a favor, seguimos adelante. No mucho después, ya en alta mar, se levantó una tormenta tan terrible que durante ocho días no paramos de trabajar, y nos vimos arrastrados, quién sabe donde, y un gran número de barcos quedaron aislados de los demás. Finalmente cuando amainó la tormenta, conseguimos reunir a los barcos extraviados y navegando con el viento a favor, avistamos tierra al oeste. Pusimos rumbo hacia ella y llegamos a un puerto tranquilo y seguro, donde vimos  muchos hombres armados que se acercaban corriendo, listos para defender la isla. Sinclair ordenó a sus hombres que les hicieran señas de paz, y ellos enviaron una delegación de diez hombres que sabían hablar diez idiomas, ninguno que nosotros pudiéramos entender, excepto uno procedente de Islandia.
CONTINUARÁ...........